noviembre 21, 2024 6:59 am

Luis Carlos Rodríguez González/The Exodo

Tijuana, Baja California.- Aquí donde muchos dicen que empieza la patria, allá por Playas de Tijuana, tan cerca del mar, de las arenas, de los malls y de las autopistas de San Diego, pero a la vez tan lejos, tan inaccesible por un doble muro fronterizo, por el “mosco” que sobrevuela esta zona para detectar migrantes y por el recrudecimiento de las políticas antinmigrantes que promueve desde hace casi un año Donald Trump.

Aquí donde paradójicamente existen burros disfrazados de cebras, como si estuviera uno en África, donde los turistas gringos y mexicanos se toman la foto del recuerdo en la emblemática Avenida Revolución.

Hasta aquí llegaron literalmente o más hasta aquí los dejaron llegar a miles de haitianos y de africanos que convirtieron a la legendaria “Tía Juana” en una ciudad más cosmopolita, trilingüe, con aire por momentos caribeño y afrancesado, quienes han formado una comunidad que tienen como común denominador que huyeron de la pobreza de Haití, de las guerras civiles, tribales, religiosas, de los genocidios de África y que viajaron miles de kilómetros para alcanzar el llamado “sueño americano”.

Misael, haitiano, abogado, con una maestría en ciencias penales, habla cuatro idiomas y ya tiene un año viviendo en Tijuana. Prácticamente “torea” los automóviles para ofrecer “burritos” y jugos en la Garita de Otay a los miles de tijuanenses que cruzan diariamente por este lugar para ir a trabajar, de “shopping” o simplemente de fin de semana a San Diego o Los Ángeles.

Con camisola azul y un delantal blanco, el joven de no más de 30 años, ya es parte del paisaje urbano de Tijuana. Han asumido un rol laboral, lo mismo en la industria de la construcción, como meseros, empacadores en centros comerciales, obreros en las maquiladoras o en lo que se les contrate con tal de ganar unos pesos y sobrevivir en México.

Francés, inglés, portugués y español son los idiomas que domina y de los cuales dos aprendió en su larga travesía de Haití a Brasil, donde trabajó como albañil en la construcción de estadios de futbol para el Mundial del 2014. Misael huyó de la pobreza haitiana luego del sismo del 2010 que dejó a su nación en la miseria, sin empleos, sin futuro.

Pero se acabó el mundial y el “sueño carioca” de los haitianos e inició el recorrido de casi 10 mil kilómetros para cruzar una decenas de países, ser extorsionado, detenido, asaltado y finalmente llegar a Tijuana, su última e infranqueable última aduana para llegar a Estados Unidos.

Optimista, sonriente, con su acento afrancesado, ofrece de ventanilla en ventanilla de los miles de autos formados. “Lleve sus burritos de machaca, de carne, chicharrón. Jugos, sodas. De que le vendo”.

De cuando en cuando, voltea a la garita, donde ve a los agentes fronterizos que revisan minuciosamente los pasaportes, las visas, los automóviles. Misael trabaja duro y no pierde la esperanza de obtener un permiso, una visa humanitaria que le permita reunirse con familiares que viven en San Francisco, California.

Astude Petit-Homme, una joven contadora de 25 años, madre de una bebé de año y medio que nació en Costa Rica y esposa de un médico. Habla español, inglés, francés, portugués y creole. Dice que cualquier trabajo por mal pagado o difícil que sean es mejor que quedarse en el Haití que sigue devastado y pobre después del terremoto del 2010.

En 2012 emigró a Brasil donde se empleó en el área de telemarketing. El trabajo se terminó y recorrió todo el sur y centro de América. En ocasiones durmieron a la intemperie, se quedaron días sin comer y finalmente llegaron a Tijuana a finales del 2016.

Junior viajó por 12 países durante cuatro meses para llegar a Tijuana a principios de este 2017. Es médico de profesión y habla tres idiomas. Junto con su esposa que es enfermera buscaban cruzar la frontera para iniciar una nueva vida junto con su hija que nació en Costa Rica.

“Estamos buscando otro horizonte, antes pensábamos cruzar a Estados Unidos, ahora decidimos refugiarnos en México, soy médico general y quiero hacer aquí una especialidad, sacar adelante junto con mi esposa y mi bebé Ashly quien nació en Costa Rica, en el camino hacia acá”, indicó el joven haitiano.

Son historias comunes. Son cerca de 3 mil migrantes haitianos, algunos africanos, con estudios de licenciatura, algunas con maestría, que hablan varios idiomas, que buscaban el “sueño americano” pero que entre Barack Obama y Donald Trump les construyeron un muro infranqueable y los dejaron aquí, donde inicia la patria mexicana, en Tijuana, la nueva sucursal de El Caribe, también de África.

www.theexodo.com

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