TAL CUAL
Luis Carlos Rodríguez González
Lo que ocurre en Ciudad Universitaria de la UNAM es reflejo de lo que pasa en la Ciudad de México, así como en otros estados como Jalisco, Tamaulipas o Sinaloa, sólo por mencionar algunas entidades: delincuencia tolerada, solapada o infiltrada con gobiernos, corrupción policiaca, gobiernos fallidos o simplemente narco-estados.
El discurso del rector de la UNAM, Enrique Graue, del pasado sábado 24 de febrero, horas después de una balacera entre el Anexo de la Facultad de Ingeniería y la Facultad de Contaduría y Administración, sitio conocido como uno de los puntos donde se distribuye droga en el campus, donde fallecieron dos presuntos narcomenudistas o dealers, fue un diagnóstico incompleto, carente de autocrítica.
Si bien el rector señaló que las medidas de seguridad implementadas por la Universidad Nacional Autónoma de México en colaboración con las autoridades de la Ciudad de México como ampliación de operativos e iluminación de zonas han sido insuficientes para acabar con el narcomenudeo dentro de Ciudad Universitaria, nunca menciona las fallas internas, los secretos a voces del estudiantado, de los propios profesores.
Enrique Graue agregó que en el contexto electoral que vive el país “en los días y semanas por venir, escucharemos voces, internas y externas, que clamarán por otras alternativas más agresivas, algunas que quisieran vernos o armados o militarizados”, pero dijo que ninguno de los dos casos lo lograrán “si trabajamos en unidad”.
Es cierto. No faltarán las voces que pedirán mayor vigilancia y eficacia en el combate a la inseguridad y narcomenudeo en la UNAM. Ello no debe significar que se violente la autonomía universitaria con la presencia interna de policías o militares. No sólo el rector no lo permitiría, sino los miles de estudiantes, profesores y egresados de la máxima casa de estudios del país.
Lo cierto es que Graue nunca mencionó a su policía interna, conocida como “Auxilio UNAM” que está más preocupada porque los estudiantes no se estacionen en doble fila o bloquen los accesos de los estacionamientos, que en vigilar y cuidar a la comunidad.
Es secreto a voces entre estudiantes y profesores que muchos de los narcomenudistas o dealers trabajan, operan, distribuyen con el apoyo de elementos de “Auxilio UNAM”. No hay ni una mención, acción o plan del rector para limpiar la plaga interna. Obviamente no son todos, pero para que operen los distribuidores de droga debe haber complacencia o colusión de este grupo.
El Sindicato de Trabajadores de la UNAM, que dirige desde hace más de dos décadas Agustín Rodriguez Fuentes, de inmediato rechazó también el patrullaje externo en Ciudad Universitaria. Él contrata y protege al personal de Auxilio UNAM. Ahí hay también un jugoso negocio con el tráfico
y eventualmente venta de plazas. Pero el líder “democrático” tampoco admitirá su parte de responsabilidad en la violencia que vive la universidad.
Prueba de que la burocracia “azul y oro” se auto protege con impunidad es lo ocurrido el pasado 12 de febrero en el CCH Vallejo cuando una estudiante fue violada en una cafetería. Cuando la víctima acudió junto con sus compañeros con la coordinadora jurídica del plantel, Eunice Velázquez, para exigir la detención del empleado de la UNAM identificado como David, dicha funcionaria argumentó que “debido a la autonomía de la universidad no podían ingresar policías para detener al agresor”.
De esa violencia, de esa impunidad, de esos funcionarios, de ese sindicato que protege, de ese “Auxilio UNAM” tan eficiente, nunca habló el rector. Tal Cual. www.theexodo.com