noviembre 13, 2024 4:55 pm

FOTO: RUBEN FIGUEROA

Por Mayra Ortiz/Reversos/The Exodo

TULTILÁN, Edomex.– Andrés trae los tenis rotos y un pantalón de mezclilla que aún conserva vestigios de azul y que, a simple vista, es evidente que le queda corto. No lleva playera o prenda alguna que le cubra el pecho. Tiene el labio roto y un derrame en el ojo derecho a causa de un golpe. Su piel blanca perdió el brillo. Ahora luce demacrada y muy pálida.

Lleva 29 días varado en México tras salir de Honduras o “catracho”, como él mismo lo advierte. Decidió emprender tal viaje en busca de mejores oportunidades para él y su familia, que se ha quedado miles de kilómetros atrás.

Parece que la suerte lo ha abandonado, pues ha durado hasta cuatro días sin comer porque lo asaltaron durante el trayecto. No encuentra trabajo y, por si esto fuera poco, se acaba de enterar que está infectado de V.I.H.

Según datos del Instituto Nacional de Migración (INM), cuatro de cada 10 migrantes centroamericanos padecen alguna enfermedad desde antes de emprender su viaje hacía el “sueño americano”, de los cuales sólo el dos por ciento de ellos lo sabe.

Ubicado en una zona industrial al norte de la capital, en la calle Cerrada de la Cruz, marcado con el número 15, en la Colonia Lechería, Estado de México, existió un lugar que brindaba protección a indocumentados.

Muy cerca de ahí, las puertas de un concurrido centro comercial están abiertas para aquellas personas de moderado poder adquisitivo en el cual, los migrantes difícilmente tendrán acceso nada más por su aspecto.

Esta calle, conocida como el lugar de los repatriados, se hace notar como una vialidad muy insegura. Sus colonos viven enrejados. Evitan a toda costa que los interrogues, y la desconfianza los ha obligado a dirigirse con una actitud un tanto grosera.

Reciben a sus visitantes con una lona colocada sobre la avenida 11 de julio con la leyenda: “Amigo migrante, los vecinos de Lechería te invitan a seguir tu camino a la casa del Migrante en Huehuetoca”.

En algunas otras viviendas aún se pueden observar otras más antiguas que reclaman: “Los vecinos de la colonia Lechería exigimos el cierre de la casa del migrante”.

Y aunque sus puertas ya han sido cerradas, aún es utilizada como punto de referencia a los migrantes que llegan del estado de Chiapas, para posteriormente trasladarse a Veracruz.

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La casa del Migrante “San Juan Diego” fue trasladada al barrio de San Bartolo, en Huehuetoca, a aproximadamente 35 kilómetros de Lechería, a causa de múltiples quejas de los residentes del lugar, que argumentaban un aumento considerable en la inseguridad de la zona.

En esta nueva sede las reglas impuestas por la Diócesis de Cuautitlán son más estrictas, así que la mayoría de los migrantes no pueden ocupar las instalaciones y no tienen más opción que pasar la noche en la calle.

De acuerdo con las autoridades locales, diariamente llegan a esa “casa” de ayuda social entre 60 y 150 migrantes, de los cuales sólo puede ayudar a 80 durante no más de 48 horas. En él se brinda apoyo médico, se les dan alimentos, los dejan pasar la noche y tratan de informarles acerca de los peligros a los que se pueden enfrentar al seguir su camino hacia Estados Unidos.

“¡Hazte para allá!”, vocifera un hombre sentado a un costado de la pequeña entrada del lugar.

“Es que en ese bote está el material de los doctores”. Al voltear pudimos constatar un tambo de 100 litros de capacidad saturado con jeringas, algodón, gasas con sangre y demás material de curación. A su lado, otro contenedor que parecía almacenar papel higiénico y toallas femeninas despedía un olor nauseabundo.

A unos cuantos pasos de aquellos deshechos, nos encontramos con doña Melba, una señora de 53 años, enfermera retirada del Instituto Mexicano del Seguro Social quien, acompañada de su hijo Tavo, visitan distintos puntos sobre las vías del tren entre tres y cinco veces al mes para ayudar a los migrantes que han caído heridos de “La Bestia”, brindándoles los primeros auxilios cuando se trata de golpes leves y pequeñas fracturas.

En situaciones severas, los canalizan con asociaciones que les ofrecen, desde ayuda psicológica y cirugías (especialmente cuando se les amputa un miembro), hasta tratamientos para enfermedades crónicas.

“Nosotros llevamos viniendo como dos años apenas, porque vivimos muy cerca de las vías y pegado a donde estaba antes La Casa del Migrante, allá en Lechería. Una vez un coche aventó a ‘Tavo’ sobre la carretera, entonces una chica migrante tocó la puerta de mi casa y me contó lo que había sucedido y cómo el coche se había dado a la fuga. Al llegar a donde el accidente mi sorpresa fue ver que mi hijo que estaba siendo reanimado por el marido de la chava, el cual tenía sólo su brazo izquierdo, pues el derecho se lo había mutilado al bajar mal del tren.

“Entonces de momento ellos me regresaron a mi hijo, y yo le di los primeros auxilios a él, pero a mi hijo mis vecinos lo vieron herido y ni siquiera me fueron a avisar. Los migrantes, en su situación, actuaron y se quedaron con él… Entonces lo menos que podemos hacer es quedarnos con ellos, con todos, mientras podamos”.

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Existe también otro punto doloroso de la migración. Uno de los argumentos marginales dentro de este tema es el que tiene que ver con las personas mutiladas: aquellos que, debido a “La Bestia”, no podrán realizar una jornada laboral bien remunerada y tampoco van a cumplir su sueño de llegar al otro lado.

Y es que los recursos económicos designados para el cubrimiento de tal necesidad y la atención que deben recibir estas personas son insuficientes.

La edad promedio de la población que migra es de 26 años. Por cada tres deportados, una es mujer, lo que se refiere a que la incorporación de las mujeres en la migración es cada vez más significativa y, aunque no existen cifras oficiales, se estima que anualmente ingresan de manera irregular por la frontera sur de México, unos 150 mil migrantes con la intención de llegar a la Unión Americana.

Organizaciones de la sociedad civil organizada indican que el promedio anual de migrantes centroamericanos indocumentados que ingresan al país podría ser de hasta 400 mil, a pesar de las nuevas y severas reformas migratorias implementadas por Donald Trump, presidente de Estados Unidos, en este año.

Por la intensidad del flujo migratorio, la Frontera Sur de México y, especialmente el estado de Chiapas, es el espacio ajeno y perfecto para miles de centroamericanas que se trasladan desde sus lugares de origen a otros “más prósperos”, en donde esperan encontrar oportunidades laborales o escolares sin importar los riesgos que supone llegar a esos “lugares soñados”.

La migración implica confrontación y tensión. Muchas de las migrantes centroamericanas son estereotipadas, golpeadas, asesinadas, ultrajadas o discriminadas durante su viaje o su estancia. Sus trayectorias están colmadas de historias crueles y tristes.

Regularmente los lugares de destino de las centroamericanas se encuentran en Estados Unidos. Su trayecto esconde una serie de obstáculos que las conducen a una vida insospechada.

Algunas de ellas logran seguir su camino hacia el norte después de una temporada, mientras que otras son detenidas en los diversos puntos de inspección migratoria a lo largo de la Frontera Sur y deportadas a su país.

Gran parte de quienes permanecen en las ciudades fronterizas se desempeñan en el servicio doméstico o sexual, ocupaciones meramente intemporales en ciudades como Tapachula, Comitán, Tuxtla Gutiérrez, San Cristóbal de las Casas, Tijuana, Sonora, Chihuahua y Cuidad Juárez.

No importa si son hombres, mujeres, niños o ancianos, todos tienen la esperanza de que se les trate dignamente, como personas con papeles o sin ellos.

“No somos ilegales aún, vamos de camino”, dicen muchos de los migrantes centroamericanos que logran llegar hasta las inmediaciones de la Ciudad de México.

Es cierto que uno debe andarse con cuidado, esto debido a que también se involucra la gente de distintos grupos delictivos y crimen organizado para sacar información, para jalarlos, para llamarlos, presentarles coyotes y gente que los convence. Pero también para extorsionarlos y, sobre todo, cuando saben que tienen familiares en Estados Unidos.

La mayoría afirma tener más miedo en México pues los roban, secuestran, torturan y hasta los matan por pensar que traen dinero cuando aseguran: “Si tuviéramos, pues no nos vamos, nos quedamos con la familia”, y comparan a nuestro país con Estados Unidos:

“Allá es sólo la migra, pero aquí son policías, ‘banditas’ y grupos delictivos como los ‘zetas’, volviendo un ‘infierno’ mínimo”. Ya sabemos que nos van a parar una ‘chinga’, pero tiene que valer la pena todo este sacrificio cuando brinquemos por fin el ‘charco’”.

“Sabes que sí, es bien triste la indiferencia de la gente, también somos humanos, sentimos, tenemos frío, hambre y ya deja tú el hambre luego hay hermanos heridos y ni nos pelan, somos como: ‘LOS SIN NADIE!!!’

“Lo mismo les damos y no saben lo que uno tiene que hacer para estar aquí, algunos ya no volveremos a saber nada de nuestra familia…. nunca. Y a nadie le importa, en nuestro caso, sí le tenemos que ‘echar la mano’ a mexicanos, salvadoreños, ‘guatemalos’ o lo que sea, sí les vamos a ayudar ¿verdad?”, contestan muchos que sí al unísono de sus voces.

“No sólo son narcotraficantes, trata de personas o crimen organizado; también son los partidos políticos que se organizan para seguir ‘fregando’ este país, también son autoridades que solapan esta situación.

“Todos los días están pasando migrantes por el estado de Puebla, y las autoridades saben perfectamente de todos los pasos de los migrantes, saben por dónde andan, pero también están coludidas las autoridades y pues así ¿qué se puede hacer?”, dice un padre de familia que no quiso revelar su identidad”.

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La travesía que los migrantes centroamericanos deben hacer para sobrevivir por la falta de oportunidades y trabajo en su país, involucra el forzoso “infierno mexicano” en su camino a los Estados Unidos.

Y es que las autoridades mexicanas, policía y migración hacen todo lo posible para atormentar a los centroamericanos e impedir que puedan lograr llegar a la Frontera Norte de nuestro país.

No olvidemos que no son sólo los centroamericanos los que emprenden dicho viaje, sino también mexicanos que día a día pierden la vida por lograr obtener los mismos recursos que muchos tenemos y no valoramos.

www.reversos.mx

www.thexodo.com

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