Luis Carlos Rodríguez González/The Exodo
Tucson, Arizona.- Doña María Hernández se pasea todos los días por los alrededores del Consulado de México en Tucson. Tiene la esperanza de que alguien la ayude a resolver su grave problema que mantiene dividida a su familia. Su marido fue deportado hace siete años y vive en Agua Prieta, Sonora con tres de sus hijos. El resto, otros tres, viven con ella en esta ciudad estadunidense.
Vende comida, gelatinas, limpia casas y todos los días reza para que ocurra un milagro y su esposo pueda regresar a vivir y trabajar a Estados Unidos, de donde fue deportado por no tener su residencia legal y haber sido detenido por una falta menor de tránsito: la camioneta que conducía tenía fundido el foco de una direccional.
De 55 años, María vive es la prueba fehaciente de la política de tolerancia cero que ha separado miles de familias de origen mexicano y centroamericano, no sólo en el gobierno de Donald Trump, sino también con Barack Obama, sumado a políticas antiinmigrantes como la SB-1070, aplicada hace algunos años en estado de Arizona.
Madre de 6 hijos, de los cuales los mayores –de 16, 18 y 12- nacieron en México y fueron deportados junto con su marido hace siete. Los más pequeños nacieron en Estados Unidos y están con ella, quien además de sus múltiples trabajos cuenta con el apoyo legal y económico de una congregación religiosa.
“Hace siete años que no veo a mis muchachos. El abogado y los agentes de migración dicen que será imposible que mi esposo vuelva a entrar legalmente a Estados Unidos. Yo sigo peleando en la Corte. No puedo ir a México porque allá no hay trabajo y es muy peligroso vivir allá para mis hijos más pequeños. Hay mucha violencia, delincuencia y corrupción. Aquí en Tucson al menos los niños tienen escuela y alimento”, comentó a theexodo.com.
A pesar de la adversidad, María aún cree en el “sueño americano” y forma parte de las millones de mujeres migrantes que dejan sus países en busca de empleo, bienestar económico o huyen de la violencia
Las mujeres son hoy, casi la mitad de la población migrante del mundo según el Banco Mundial, y su número va en aumento. De acuerdo a la Organización Internacional para las Migraciones de la ONU, se dan tres grandes causas que explican la migración femenina: económicas, sociales y criminales.
En México por ejemplo se estima que la pobreza, el desempleo o las expectativas de acceso a mayores beneficios en el país de destino —es decir, las causas fundamentalmente económicas— son aquellas más comunes; seguidas por las sociales, como la discriminación, la reunificación familiar en el país de destino o la dependencia económica, y criminales, tales como inseguridad, corrupción o delincuencia organizada.
La “maternidad transfronteriza” se e ha incrementado al mismo ritmo de los casi 3 millones de deportaciones en el gobierno de Barack Obama y en el actual de Donald Trump los números será aún mayor la migración de mujeres y niños mexicanos y centroamericanos hacia Estados Unidos.
La investigadora de la Universidad de Arizona, Raquel Rubio Goldsmith dijo que cada vez más mujeres solas y con niños están cruzando la frontera entre México y Estados Unidos sin documentos, por zonas peligrosas como el desierto, lo que también ha detonado el número de muertos.
En el caso de Latinoamérica, las inmigrantes que llegan a Estados Unidos siguen cuatro grandes razones que no difieren demasiado de la migración femenina mexicana, son: buscar mejores condiciones de vida; escapar de situaciones de violencia familiar y comunitaria; reunirse con su familia y encontrar un empleo que les permita apoyar económicamente a sus hijos.
En el mundo, la migración femenina representa exactamente el 49 % de la cifra total, pero en América Latina esta cifra aumenta hasta el 50,1 %, es decir, ¡migran ya más mujeres que hombres!
Hace cincuenta años, en 1970, la mujer solo representaba el 2% de todas las migraciones a nivel mundial. Hoy, migran tantos hombres como mujeres, y viceversa.
En muchos casos, la migración es una experiencia dramática en la que se abandonan las raíces propias, pero, en Centroamérica, se ha podido demostrar que el inicio de este nuevo camino se da en una de cada dos mujeres por miedo a perder la vida o a sufrir daños físicos y emocionales en sus comunidades de origen.
Casi uno de cada seis trabajadores domésticos en el mundo son migrantes internacionales; las mujeres representan el 73,4 por ciento del total de las trabajadoras y los trabajadores domésticos que son migrantes internacionales. Asimismo actualmente el 50 por ciento de los refugiados del mundo son mujeres y niñas.
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