Texto y fotos: Israel Castillo
Escuintla, Chiapas.- En esta población, al sur del estado de Chiapas, lugar de tránsito de las caravanas, tomó descanso un grupo de personas migrantes. Mientras unos dormían otros se curaban las heridas de los pies provocadas por tantas horas de camino.
Por otro lado, a pesar de los sofocantes rayos del sol, algunos aprovecharon para jugar un partido de fútbol. Visitantes extranjeros, en su mayoría adolescentes provenientes de Honduras, disputaban un partido en un país que es el puente para llegar a Estados Unidos.
Una pelota de hule y piedras para las porterías bastaron para llevar a cabo los encuentros en la plaza central de la comunidad de Escuintla.
La violencia, la inseguridad, la falta de oportunidades, la escasez de alimentos y una serie de dificultades más que acontecen en sus comunidades, son las que los trajeron a esta travesía.
La pelota da el primer bote y comienzan a pasarla de un lado a otro. Poco a poco se acercan a la portería, burlando a los defensas logran anotar el primer gol. Entre gritos todos celebran.
Parece no importar quien gane el juego lo que buscan es distraerse y olvidar por un momento las problemáticas que los hicieron partir de su hogar.
La pelota está en el aire, desde el centro lanzan un tiro que el portero logra detener. Con las manos en el rostro se lamentan por fallar el gol.
El partido finaliza después de un par de horas, el equipo ganador celebra el triunfo, se dan la mano y se reúnen para tomarse una fotografía, levantan una camisa del equipo de fútbol de Honduras, Motagua.
Ahora habrá que descansar y recuperarse para enfrentar el verdadero adversario que tienen de frente: Un recorrido por muchas más comunidades, transitando con altas temperaturas, la incansable lucha contra el hambre y la sed; las posibilidades de ser deportados y, por último, y quizá el más difícil, cruzar la frontera con Estados Unidos para lograr ganar el juego más decisivo de su vida.
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