FOTO: RUBEN FIGUEROA
Bárbara Sostaita/MMM/The Éxodo
Son cientos de mujeres, la mayoría madres, pero también hermanas e hijas de migrantes centroamericanos que cruzaban por México cuando se perdió su rastro, dejaron de sonar sus celulares, dejaron de llamar a sus familias, se perdió contacto con ellos y no se sabe si finalmente cruzaron el Río Bravo, si treparon el muro fronterizo o están en algún lugar de México.
Es la búsqueda por la reunificación familiar, por terminar con la incertidumbre si aún viven. Saber si están detenidos en una cárcel mexicana, secuestrados por algún cartel o lo más doloroso, en una de las miles de fosas clandestinas de este panteón de migrantes y de víctimas que se llama México.
En su decimoquinto año de resistencia, la Caravana de Madres de Migrantes Desaparecidos llegó a Tapachula buscando a sus seres queridos desaparecidos y exigiendo justicia para los migrantes centroamericanos en tránsito por México.
Cantando: “Migrantes: no somos criminales, somos trabajadores internacionales,” entraron a territorio mexicano por el puerto fronterizo de Talismán, llevando las fotografías de sus seres queridos alrededor de sus cuellos como amuletos protectores, reliquias sagradas.
El lema de este año, 15 años de resistencia, obliga a pensar históricamente sobre la caravana y situar la lucha de las madres en un contexto más amplio. No solo se embarcan en su peregrinación durante una crisis migratoria en México, con una feroz Guardia Nacional haciendo el trabajo sucio a Donald Trump con cargo al Gobierno de la Cuarta Transformación.
En momentos donde Chiapas figura prominentemente como un lugar donde los migrantes son detenidos, deportados y atrapados en el limbo. Sino que también las fuerzas que impulsan a los migrantes a abandonar sus hogares están profundamente arraigadas en una historia de las Américas de desapariciones y violencia de estado. La caravana es una consecuencia de una crisis migratoria en el hemisferio nunca resuelta.
Una de las madres integrante de la caravana vive con su familia extendida en la ciudad de San Salvador, una de las ciudades más convulsas de Centroamérica, en donde el control sobre la sociedad se ejerce a través de las pandillas.
Su caso es uno de miles que se relaciona a procesos de violencia de Estado enraizados en los años 80´s cuando la guerrilla tenía una fuerte relación con la intervención norteamericana en los procesos democráticos de muchos otros países de Latinoamérica.
Después de una mañana de visitas en la cárcel de Tapachula, en donde ella junto con sus compañeras de diversos países de Centroamérica mostraron fotografías de sus familiares desaparecidos con la esperanza de encontrar alguna pista que les acerque a su paradero, compartimos un almuerzo de tacos y plátanos en el Centro de Derecho Humanos Fray Matías.
Insolada por el calor del día, pero esperanzada por la inevitable reunificación con sus hijos, me cuenta que desaparecieron en el 1987, durante la brutal guerra civil en El Salvador. Fue a través de las redes sociales que los encontró, después de 25 años sin comunicación.
La caravana de Madres estará en ruta hasta el 3 de diciembre del 2019. Por quince estados de México. Las Madres de Nicaragua, Honduras, Guatemala, El Salvador, y México buscaran a sus seres queridos, de igual forma esperan encontrar empatía, y el apoyo del pueblo de México. Su búsqueda pone los reflectores sobre la situación que se vive en el país, demostrando que esta es una crisis compartida y hemisférica.
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