Tijuana.- “Aquí inicia la Patria” se lee un letrero en la Avenida Revolución de la fronteriza Tijuana. Con más de 100 años de haber sido fundada, esta ciudad es tal vez la más diversa en materia migratoria, cultural, gastronómica, razas e idiomas del país. Lo mismo te encuentras por acá a un paisano de Michoacán, a un sinaloense, guerrerense que a un haitiano, hondureño, chino, árabe o estadunidense.
Sin embargo, una las tradiciones o iconos centenarios de Tijuana son los llamados “Burros-Cebras” que en la Revolución son testigos del crecimiento y auge económico de esta ciudad gracias a la migración, el turismo, las maquiladoras y el esfuerzo de quienes han llegado hasta donde inicia la patria.
La foto más antigua de los burros-cebras o “zonkeys” como le dicen los gringos data 1914 y está en el Archivo Histórico de Tijuana. En la imagen una mujer estadunidense con sombrero de charro quien monta un equino que jala una carreta pintada con nopales, cactus y el nombre de México.
“Esta tradición inició aquí desde hace más de 100 años y empezó con fotografías en blanco y negro en tamaño postal, pero como el burrito es blanco, no salía en las fotos de blanco y negro. Entonces el ingenio de quienes iniciaron esta tradición fue pintar unas rayas en negro a los burritos para que aparecieran en las fotografías. Se pintaron las rayas y desde ahí inició esta tradición de los burros-cebras, porque antes sólo aparecían los ojos de los burros en las fotos”.
Dijo a The Exodo Gregorio García, tijuanense, quien desde hace 24 años trabaja en la Avenida Revolución ofreciendo las fotografías instantáneas en las carretas jaladas por los burros lo mismo a nacionales que a extranjeros que visitan en centro de Tijuana para comprar artesanías, tomarse un tequila en una los múltiples bares y restaurantes o simplemente pasear por aquí.
“Este trabajo es una herencia, en un patrimonio familiar, yo llegué a trabajar aquí cuando era niño con mi padre. Nosotros los conocíamos como el burrito rayado, pero la gente lo bautizó como el burro-cebra, porque muchos no conocen en burro blanco, sólo los grises, negros o café”.
El joven tijuanense aclaró que los burros blancos no son muy comunes e incluso están en riesgo de extinción. “El tinte que les ponemos es el mismo que usan las mujeres para su cabello, es decir no es tóxico, no les daña la piel y cada mes lo retocamos. Es el mismo que usan los soldados o charros para retocar sus caballos”.
Aclaró que no hay maltrato animal. “Los burritos trabajan aquí cinco o seis horas al día, están comiendo, están tomando agua. Trabajamos los viernes, sábados, domingo y lunes. Descansamos martes, miércoles y jueves”.
Los burros-cebras son casi tan antiguos como Tijuana. “Esto era un rancho, todo era tierra y venían turistas de Estados Unidos a pasear a México, a divertirse, a tomar alcohol, a la fiesta”.
“Se empezó con un burrito, su sarape y su gorrito. En los 30´s o 40´s se introdujo el tema de la carreta, para que se subieran los turistas a tomarse ahí la foto. Son negocios familiares, que nos heredaron abuelos, padres, hijos y ahora nietos. Es una tradición que a pesar de la pandemia no se perdió. Me tocó ver hace algunos años como venían los marines de Estados Unidos, con sus trajes, a tomarse la foto. Eso fue en los 80´s”, agregó Gregorio.
Él y su familia son propietarios de una de las nueve carretas con sus respectivos burritos que sobrevivieron a la pandemia.
Las fotos tienen un costo de 150 pesos, unos 8 dólares. Puede ser en color, blanco y negro o sepia. La mayor parte del turismo son extranjeros, estadunidenses, “son gabachos, son chinos, árabes, paisanos que viven en Estados Unidos. Les llama mucho la atención el burro-cebra”.