Janetzin Rodríguez/The Exodo
Dejó atrás la isla, la Revolución Cubana, la maestría en química nuclear que estudió en Rusia, cambió los mojitos por el tequila y desembarcó en México, en el Mercado Medellín, donde creó su propio negocio elaborando helados de crema de leche con una receta propia con sabor caribeño, ruso y mexicano.
Es Eugenio Palmeiro, quien se autodefine como chilango-ruso-cubano y quien emigró a nuestro país hace dos décadas e hizo realidad su propio “sueño mexicano” a través de la heladería que lleva su apellido y en donde se jacta de fabricar los mejores helados cubanos del mundo, incluso superiores a los de la Heladería Coppelia de La Habana, porque “yo los elaboro con productos mexicanos”.
Sonriente, platicador, isleño estacionado en la colonia Roma, refugio cultural y gastronómico de sudamericanos y caribeños en la Ciudad de México, el cubano de 57 años de edad recuerda su salida de la isla, cuando hace 21 años una familia mexicana lo conoció en La Habana y lo ayudó a emigrar.
“Yo tenía 36 años cuando llegué a México. Soy químico nuclear y biólogo molecular con estudios en Rusia. Estuve becado, pero no fue gracias a la Revolución Cubana, sino a mi dedicación. Desafortunadamente cuando regresé a trabajar a la isla, por 15 dólares al mes, no había insumos, no había instrumentos en el laboratorio donde realizaba análisis clínicos. Realizaba el trabajo como si fueran un técnico”, comentó en entrevista.
Desde su negocio, Helados Palmeiro, en el Mercado Medellín, recuerda que empezó a incursionar en este negocio a partir de su experiencia en Rusia, el sabor de los helados de aquel país, combinados con los de Cuba para crear su propia versión con ingredientes mexicanos. “Inicié en la calle Coahuila en una repostería y desde hace 14 años aquí en este local del mercado”.
“Mis helados de crema, con más de 40 sabores, son distintos a todos los que hacen en México. No es la receta de los Helados Coppelia de Cuba, realmente es mi receta, pero me inspiré en el sabor de nata de los helados de Rusia. En Rusia estudié químico nuclear y después estudié biología molecular”.
Eugenio, en bermudas y sandalias, combina la plática con The Exodo con atender la heladería y convencer con su acento cubano de que prueben los mejores helados del mundo. “Cuando volví a Cuba a trabajar, yo ya no opinaba igual que el sistema y ahí empecé a pensar en emigrar. Aprendí el oficio de la talabartería, con eso me salí y llegué a México”.
Dijo que en cualquier país con sus estudios podría ser parte del Sistema Nacional de Investigadores, “pero por algo me suceden estas cosas. Para quedarme en México, en mí caso, que es el paraíso terrenal según yo”.
“En México me gustó la frase “ni muy muy, ni tan tan”. Eso es lo que quería, un barco que se moviera despacio, no estar trabajando del amanecer al anochecer como en Estados Unidos. En Cuba, no trabajas, pero tampoco te pagan. Tengo familia en Estados Unidos, pero no me gusta la forma de vida de allá”.
“Yo me defino como chilango ruso cubano, por no haber nacido en la Ciudad de México y haber emigrado acá”, indicó Palmeiro quien en su local también ofrece el clásico café de la isla y diversos postres como panques y tartas de frutas.
“Más que cubano yo me siento entre los rusos y ustedes. Yo amo Rusia, me gustó la dinámica de aquel entonces. Me he casado tres veces y las mismas divorciado, sin hijos, a mis 57 años y para lo que me queda de vida mejor me mantengo así. Espero que en mi vejez no me quede solo”.
Aseguró que no añora nada de Cuba. “Yo soy atípico cubano, mis padres me tuvieron allá. Ni la comida, ni nada. La vida es muy limitada para la inmensa mayoría de la población. La élite del gobierno siempre vive diferente en cualquier parte del mundo”.
Reacio a opinar sobre lo que ocurre en la isla con las protestas ciudadanas, señala que él ya dejó todo lo que pasa en la isla en el pasado, pero “aunque Cuba se convierta en el paraíso mundial, no regresaría, porque eso no va a ocurrir y si ocurriera no lo voy a ver. Mi vida está en México, me gusta el mole poblano, sus playas y sus ciudades coloniales”.
“Yo creí en la Revolución Cubana, fui militante de joven, comunista. Sí creía hasta que me di cuenta de que todo lo que ellos dicen, no es cierto”, concluyó Eugenio Palmeiro, el chilango cubano que dejó la química nuclear para crear su paraíso de helados en la Ciudad de México.