TAL CUALLuis Carlos Rodríguez González
“¿Tú sabes que van tres personas en una Suburban del año, un guatemalteco, un salvadoreño y un mexicano, quién crees que va manejando?” Pues el mexicano. No, el guatemalteco, no, el salvadoreño, no, ¡la migra!, ya los lleva de regreso”, contó este mal chiste el senador del PAN y ex candidato al gobierno de Colima, Jorge Luis Preciado, como una de sus aportaciones al debate del tema migratorio.
Preciado reapareció mediáticamente como sólo él lo sabe hacer: ahora no fue con una fiesta con mariachi en pleno recinto legislativo, ni tiro los caracoles para leer la suerte, ni tampoco se hizo rodear, al menos tan evidentemente de su sequito de colaboradoras y edecanes que lo acompañan a actos públicos.
No. Ahora y una vez digerida la derrota electoral se enfundó en su traje de mártir de los migrantes para presentar su libro: “La Migración en México. Ensayo de una Ruta Histórica”, como una aportación “intelectual” al debate sobre la situación de millones de paisanos que han cruzado la frontera norte en busca del llamado sueño americano.
Parlanchín, como es, empezó su disertación en el Senado en un evento donde convocó al “El Jefe” Diego Fernández de Cevallos y a senadores del PAN con ese chiste de pésimo gusto que evidencia la farsa de este nuevo rol, como el que realiza Josefina Vázquez Mota, en defensa de los migrantes mexicanos.
Preciado Rodríguez contó historias dignas de un guion de una película de los Hermanos Almada: “caminé por el desierto 39 horas cuando iba a cumplir apenas siete años. Y cuando llegamos a los Estados Unidos y allá nos encerraron en una casa de seguridad y no nos dejaban salir hasta que no se pagaba lo del “coyote” o “el pollero”, y pues nos echamos tres días en esa casa”.
También recurrió a la música norteña para ilustrar su obra: “Voy a poner un ejemplo del libro, un ejemplo histórico; hay una canción de los “Tigres del Norte” que dice “yo no crucé la frontera, la frontera me cruzó”, todo ello para explicar a los mexicanos que vivían en Arizona, California Texas y Nuevo México después del Tratado de Guadalupe de 1848 “de la noche a la mañana ya eran ilegales, mexicanos viviendo en Estados Unidos”.
Sus andanzas fronterizas del hoy prospero senador dueño de infinidad de hoteles de paso en Colima se repitieron cuando ya joven cursaba la Universidad donde estudiaba Derecho y decidió regresar al norte:
“Me tuve que pasar en la cajuela de un carro, 12 horas en el desierto de Arizona, nomás a 48 grados. Si alguien quiere bajar de peso se lo recomiendo, pero es de Nogales a Tucson y de Tucson
hasta Phoenix por brecha, donde te dejan respirar por un agujerito del tamaño de una moneda de a peso y donde tienen que ponerle tu camisa para filtrar el polvo que va entrando sino no puedes respirar”.
Incluso reveló que estuvo a punto de enrolarse al Ejército de Estados Unidos para obtener la ciudadanía, “pero al final –sabiendo que los latinos y los afroamericanos – eran los que aportaban el mayor número de muertos y mutilados en la Guerra de Medio Oriente, decidí no entrarle y volver al país”.
La obra literaria, editada obviamente con recursos del Senado de la República, es un fusil de citas y gráficas de otros libros y autores, aseguró la presentadora del mismo debe ser un libro de cabecera. Quizás, digo yo, pueda competir con del Colegio de la Frontera Norte, El Colegio de México, El Colegio de Michoacán o la Universidad de Arizona. Consta de 157 páginas donde el senador descubre el hilo negro cuando señala “América es un territorio de migrantes”. Tal Cual.