TAL CUAL
Luis Carlos Rodríguez González
Se cumplieron los primeros 100 días del gobierno de Donald Trump donde se pasó del discurso antiinmigrante en contra de 11 millones de indocumentados a la amenaza y acciones reales de deportación.
En el tema del muro no le cuadran las cuentas y los dineros para su construcción, pero está afanado en seguir utilizándolo como si estuviera en campaña electoral, algo así como el “petate del muerto” para espantar a inmigrantes y buscar negociar otros temas con el gobierno mexicano.
Lo que sí concreto Trump es la creación hace unos de la Oficina de Enlace para Víctimas de Crímenes por Inmigración (VOICE por sus siglas en inglés) que servirá denunciar a inmigrantes que hayan cometido delitos y mantener a las víctimas informadas sobre el proceso de inmigración de los sospechosos.
Con deportaciones simbólicas de madres de familia, de algunos dreamers, de padres que son bajados de sus vehículos cuando llevaban a sus hijos a la escuela, es la forma como el gobierno de Donald Trump busca cumplir con sus promesas de campaña al arrestar a mexicanos, latinos y de otras nacionalidades al margen de si son o no criminales.
Curiosamente Trump quiere arrebatar a su antecesor -Barack Obama- el apodo de “El Deportador en Jefe” ya que el primer presidente afroamericano de 2008 a 2016 deportó y separó de sus familias a 3.4 millones de inmigrantes mexicanos.
Aquí en México estos primeros de 100 días de la era Trump han sido de demagogia pura, de comisiones especiales, de supuestas reformas y programas para atender no a los “deportados”, no hay que llamarlos así, no se refiere así el gobierno mexicano, sino elegantemente como “retornados” o “repatriados” voluntariamente, aunque lleguen a nuestro país encadenados, humillados y sin un peso.
El presidente Enrique Peña acudió en los primeros días de las deportaciones, en la primera semana de febrero, al Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México a dar la “bienvenida” a los paisanos “retornados”. No dijo nada sobre el trato que el gobierno de Estados Unidos les da al trasladarlos encadenados, sin siquiera la posibilidad de ir al baño durante el viaje en avión.
“No están solos. No se sientan abandonados. Siempre estarán abiertas las puertas de esta su casa”, dijo Peña al recibir a 135 deportados a quienes les informó que se les apoyaría con su CURP, acta de nacimiento y Seguro Popular.
El discurso oficial mexicano ante las imágenes en redes sociales de deportaciones ha sido el de la negación, el de maquillar cifras al señalar que en el primer mes de gobierno de Trump se deportaron menos mexicanos, unos mil menos, que en enero del 2016, cuando era presidente Obama.
En el Senado de la República, un grupo de legisladores encabezados por el ex perredista y ahora aspirante a candidato independiente a la Presidencia de la República, Armando Ríos Piter, se subió
a la pepena electoral que significan los migrantes y creo la llamada “Operación Monarca” para viajar, con cargo al erario, a California, Arizona y otras ciudades a prometer apoyos y repartir demagogia verbal.
Desde la SEP y el Congreso de la Unión se aprobó una reforma en materia educativa para revalidar estudios a los “dreamers” o estudiantes deportados de cualquier nivel. Aurelio Nuño aprovechó el tema para buscar reflectores ante lo opaco de la Reforma Educativa. Un “dreamer” guanajuatense que acudió al Senado resumió esta reforma: “no sirve nada, es mera publicidad y nos están utilizando legisladores y funcionarios para quedar como héroes”.
Y así han trascurrido 100 días en México de demagogia migratoria, transfronteriza, trumpista, lo mismo con iniciativas para recuperar miles de hectáreas que nos robó Estados Unidos desde hace 150 años, legisladores que rompen piñatas con la imagen de Trump, otros que proponen crear “ventanillas únicas” en las aduanas para que los deportados puedan traer sus muebles a México sin pagar impuestos. De dulce, de chile y de manteca para contrarrestar el efecto de Trump. Y los