diciembre 2, 2024 12:42 am

Tal CualLuis Carlos Rodríguez González

Era el 30 de marzo del ya lejano 2006. Margarita Zavala pedía licencia al cargo de diputada federal para dedicarse de tiempo completo a la campaña de su marido, Felipe Calderón Hinojosa, a la postre “y haiga sido como haiga sido” se convirtió en Presidente de la República.

Sin pena, ni gloria. Sin iniciativas importantes en su haber, sin grandes discursos en tribuna, la que sería la Primera Dama del país, recorrió la Sala de Prensa de la Cámara de Diputados, enfundada en una blusa típica de bordados elaborados por artesanas indígenas. Sencilla en su trato se despidió de reporteros y más tarde legisladores del PAN y de otros partidos que se tomaron la foto del recuerdo con ella.

Margarita Zavala era la antítesis de Felipe Calderón cuando también él fue diputado. Él siempre prepotente, menospreciando a la oposición y a los reporteros cuando lo cuestionaban. Ni siquiera se dignaba a bajar a la Sala de Prensa para dar una conferencia. Siempre quería que los comunicadores hiciéramos antesala en sus lujosas oficinas como coordinador parlamentario del PAN.

Una vez que tenía una pugna por el gasto millonario que autorizó Felipe para la “modernización” de los elevadores de San Lázaro y las exigencias de un “bono de marcha” de diputados del PRD, en especial de Petra Santos, Felipe sacó el cobre de su intolerancia cuando fue cuestionado por varios reporteros quienes citaron las críticas sobre malos manejos financieros. El rostro enrojecido, la calva sudorosa. La “mecha corta” a punto de encenderse.

A la sombra y yo creo que el velado apoyo de personajes como la priísta Beatriz Paredes, Felipe empezó a crecer como diputado cuando nadie daba un peso por su candidatura presidencial. Siendo titular de Energía se le enfrentó al entonces presidente Vicente Fox y al final, para desgracia del país, de miles de muertos, desaparecidos y sus familias durante su sexenio, se convirtió en Presidente de México.

No le bastaron esos seis años fatídicos de “daños colaterales”, de borracheras y cruda del poder, ahora por interpósita, a través de su “Adelita”, de su “Soldadera”, el soldado Felipe, quiere más guerra, quiere volverse a enfundar en el traje militar verde olivo, que siempre le quedó grande, para continuar incendiando el país por los cuatro costados.

Su “Adelita” no tiene los tamaños para ser la primera Presidenta de México. No es un tema de género. Es una buena mujer que sigue los dictados de su marido. Se ve incomoda en campaña. Incluso sus espectaculares aparecen con faltas de ortografía: “Estás listo para un México donde quien trance no avance?”.

Además del error de escribir “trance” en lugar de “transe” de transar, parece humor negro que la pareja Calderón-Zavala critiquen la corrupción cuando aún no se olvidan escándalos como La Estela de Luz, los gastos millonarios del Bicentenario, los negocios con empresas de energía españolas, la parentela y amigos metidos al gabinete y los casos de detenciones fabricadas para fortalecer la fallida guerra contra el narco de Felipe.

Los números son impresentables: Según el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI) la Narco-Guerra de Felipe Calderón dejó de 2006 a 2012 alrededor de 121 mil 683 muertes violentas. Organismos no gubernamentales estiman que durante su sexenio hubo más de 28 mil desaparecidos. Las fosas apenas empiezan a encontrarse y abrirse.

Es una burla, es de muy corta memoria histórica, hasta sarcástico, que un ex Presidente de México con esos números, con esos muertos en su espalda, ahora quiera enviar a su Adelita a ganar para él nuevamente la silla presidencial para con ello protagonizar la segunda etapa de la fallida guerra contra el narco de Felipe Calderón. Tal Cual. www.theexodo.com

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