abril 23, 2024 11:22 pm

Tal CualLuis Carlos Rodríguez González

El reciente escándalo de espionaje en México no es un caso aislado, ni una práctica nueva en el país. Por lo menos desde la década de los 70´s se ha denunciado, en ocasiones documentado, como los distintos gobiernos federal y estatales han recurrido a la práctica de utilizar tecnología para escuchar conversaciones lo mismo de adversarios políticos, disidentes, periodistas, empresarios y líderes sociales.

Incluso el periodista Juan Alberto Cedillo, en el su libro “Los Nazis en México” expone las historias de intrigas y espionaje que protagonizaron agentes alemanes en el territorio nacional entre 1938 y 1945, todo durante el gobierno de Manuel Avila Camacho, cuando esos grupos de espías infiltraron a las esferas de la política mexicana.

No expongo esto para justificar lo que han hechos lo mismo los gobiernos de Carlos Salinas, de Vicente Fox, de Felipe Calderón o lo revelado hace unos días que presuntamente involucra al gobierno de Enrique Peña. Son casos graves, todos con un contexto propio y sobre todo en momentos en que la delincuencia organizada, pero también la desorganizada, tiene a grandes regiones del país prácticamente de rodillas, a expensas de la violencia, del cobro de piso, del terror, del secuestro.

Y uno se pregunta. ¿Y los servicios de inteligencia? Por qué no espían a los líderes de esas organizaciones criminales, por qué no se anticipan a lo que ocurrirá en Guerrero con matanzas de inocentes, por qué no se escuchan las conversaciones de jefes de las bandas de criminales que secuestraron y asesinaron a cientos de migrantes en San Fernando, Tamaulipas en el sexenio de Calderón o por qué no se escucharon los planes de delincuentes y funcionarios del gobierno de Veracruz para asesinar periodistas en los recientes tiempos de Duarte.

En fin. Sólo son preguntas que obviamente en este gobierno nadie responderá. Pero también hay casos de políticos, de legisladores que se han victimizado y se han dicho espiados cuando son descubiertos en algún negocio.

Recuerdo al perredista Guadalupe Acosta Naranjo. Siendo presidente de la Cámara de Diputados mandó remodelar, en enero del 2012, con un presupuesto millonario su oficina en San Lázaro bajo el pretexto de que los estaban “espiando”.

Como reportero parlamentario me tocó dar seguimiento al tema y conocer de primera mano las investigaciones que se realizaron, acceder a las diligencias de peritos de la PGR, quienes sólo descubrieron un racimo de cables viejos aislados con maskin tape. Acosta Naranjo, cuando vio que la mentira se venía abajo, inició una campaña de descalificación en contra de mi trabajo, así como de un compañero de La Jornada que también tuvo acceso a los documentos que evidenciaban la farsa.

Al final, envalentonado en el fuero retó al entonces director de Notimex -Héctor Villarreal- a un debate sobre el tema en Milenio Televisión. Dijo que era una “bajeza” lo publicado. Obviamente se le refutaron sus aseveraciones, siempre guardado nuestras fuentes confiables.

Acosta Naranjo continuó por varios días con su discurso de descalificación, con las acusaciones de que los estaban espiando. ““Hemos aportado pruebas, documentos, micrófonos… no podemos decir más. Hay espionaje”, se cansó de repetir mientras siguió con la millonaria remodelación de las oficinas de San Lázaro, donde era secreto a voces entre sus compañeros de bancada, que llevaba una buena tajada de comisión como era su costumbre. Tal Cual. www.theexodo.com

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