diciembre 12, 2024 2:05 am

TAL CUALLuis Carlos Rodríguez González

Después de ver las tristes imágenes de accidente provocado por la corrupción, la negligencia y la impunidad traducida en un socavón en el llamado “Paso Exprés” de la autopista México-Cuernavaca, que costó la vida de dos personas, aún me faltaba escuchar la serie de estupideces y explicaciones de funcionarios de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes (SCT) para tratar de justificar la tragedia con los clásicos lugares comunes.

“Lluvias atípicas”, “El drenaje no era parte de la obra de la autopista”, “fue la basura acumulada”, “la erosión de una alcantarilla”, “fue un golpe muy fuerte de agua sobre la carretera”, “estamos viviendo un calentamiento global”, no debe haber desconfianza en las empresas constructoras de la obra – la española Aldesa y la mexicana, Epccor, porque son “prestigiosas” y llevan más de 30 años trabajando a nivel internacional y “ojala el secretario tuviera la capacidad de tener rayos X y poder ver lo que pasa abajo (en la tierra)”.

Son las frases de la corrupción, de la impunidad, del encubrimiento emitidas después de la tragedia por el secretario de Comunicaciones y Transporte, Gerardo Ruiz Esparza, tratando de justificar el socavón y con ello a las empresas beneficiadas con esta obra que costó más de 2 mil millones de pesos y que unas semanas después de inaugurada se colapsó junto con la vida de dos personas.

Después de escuchar por dos o tres días esta sarta de “explicaciones” recordé que en 2012 tuve la oportunidad de asistir a un curso de periodismo a Taiwán. Ahí viajamos con una veintena de periodista de varias naciones hacia el condado de Yilan en un autobús.

Entramos a un túnel que mide casi 13 kilómetros de longitud y que después me enteré que es el quinto más largo del mundo. El túnel de Hsuehshan, abierto al público en 2006 y el cual atraviesa una cordillera de montañas. Sin cobro de peaje, sin una gota de agua de escurrimiento a pesar de que en Taiwán cada año es afectado por tifones, nadie sale con la ocurrencia de que hubo un deslave por “lluvias atípicas”.

La empresa constructora del túnel en Taiwán fue la china RSEA. Tal vez no tan prestigiosa como las que presume Ruiz Esparza, pero que logró un trabajo que nada tiene que ver con el “Paso Exprés” de la muerte en México, a pesar de que la obra en territorio taiwanés planteaba enfrentar una compleja geología de la sierra Hsuehshan y no un simple arroyo o una coladera con basura.

El tráfico dentro del túnel es supervisado mediante sistemas y equipamientos de cámaras automatizadas de seguimiento continuo de la velocidad, iluminación, señales digitales, cambiadores de carril, entre otros avances.

No se trata de las empresas y su origen chino, español o mexicanas. Se trata de la corrupción que se permite en México no sólo para ganar licitaciones, sino para los llamados “moches”, para bajar costos en la calidad de los materiales a cambio de una mayor ganancia no sólo para los constructores, sino también para los funcionarios que licitan las obras.

Sin afán de comparar. También el fin de semana utilice el segundo piso del periférico. La obra del sexenio de Andrés Manuel López Obrador en el gobierno capitalino. Contra todos los pronósticos y detractores es una pieza de ingeniera funcional, que a diferencia de las autopistas urbanas construidas en los últimos años por los gobiernos mexiquenses y de la Ciudad de México, no tiene un cobro de peaje.

El tema es simple. Cuando se trata de la seguridad y de vidas humanas, como ya ocurrió en el Paso Exprés y que podría ocurrir en otras obras licitadas por SCT en el actual sexenio, se deben “blindar” los contratos para no permitir las licitaciones para constructoras a modo, amigas, de compadres que llevan implícito el olor de la corrupción, de los moches, del pago de favores, de la negligencia, de la impunidad y ahora también de la muerte. Tal Cual. www.theexodo.com

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