abril 24, 2024 11:17 am

La Intifada en Tijuana

Por: Atahualpa Garibay Reyes Fotos: Joebeth Terríquez Espinoza

TIJUANA BC 25 DE NOVIEMBRE 2018 (AFN).- La “intifada” (agitación ) llegó a la línea entre Tijuana y San Diego. La región “Calibaja” fue escenario de un enfrentamiento desigual entre agentes fronterizos y migrantes.

Unos disparaban proyectiles de goma y gases; otros apenas unas cuantas piedras. Los fuertes contra los débiles. El país más poderoso del mundo contra unos cientos de migrantes agotados y enfermos por su larga travesía.

Oficiales policiacos con alta preparación con vehículos todo terreno, equipo táctico y máscaras antigases, contra hombres, mujeres y niños.

Anunciada en el deportivo “Benito Juárez” de la Zona Norte desde dos días atrás, de voz en voz, entre ellos mismos, la caminata de los migrantes culminó con el arresto de 39 personas, varios lesionados por las balas de goma y los gases lacrimógenos que los elementos de la Oficina de Protección Fronteriza (CBP por sus siglas en inglés).

La derrota se hizo presente entre los fallidos “invasores”; bajó la moral de los inmigrantes centroamericanos que en su primer intento por cruzar forzadamente a la Unión Americana, terminaron perseguidos unos, otros lastimados y los menos esposados por agentes mexicanos.

La marcha salió del refugio temporal, alrededor de las diez de la mañana. Unos 500 migrantes caminaron por la calle Coahuila de la Zona Norte, hasta llegar a la Plaza de la Constitución, frente al “Bordo”. Con banderas de Honduras ondeándolas y pancartas pidiendo ayuda humanitaria a los Estados Unidos, los migrantes se toparon con un cerco policiaco formado por unos 50 elementos de la Policía Federal y de la División de la Gendarmería.

Los federales recibieron la orden de impedir el paso a quienes desearan transitar por el puente vehicular que conecta con el “Ped West” (cruce peatonal oeste) y con la Garita de San Ysidro.

Al observar el contingente de federales, los migrantes consideraron la posibilidad de detener su manifestación ahí. Mediante altavoces, “líderes” de movimiento advertían que su macha era pacífica y que llegarían como fuera a la Línea Internacional.

Entonaron el himno nacional mexicano, después el de Honduras y luego el del Salvador. Al unísono, gritaban “la frontera tiene sangre de la clase obrera”, “queremos trabajar”, “no somos criminales”.

Uno de los organizadores anunciaba que se negociaría con los mandos de la Policía Federal para conseguir cruzar por el puente que ya es conocido por ellos. La autoridad mexicana se negó a ceder el paso.

Metros adelante, otro contingente de la PF se encontraba a la mitad del puente. Otros 50 elementos federales y del Grupo Beta custodiaban las inmediaciones del “Ped West”.

Justo cuando el dialogo proseguía entre los lideres y los mandos policiacos, en el espacio aéreo norteamericano sobre volaban helicópteros del CBP y de las cadenas de noticias de California.

En tierra, unos 500 migrantes abarrotaban la calle contigua al edificio del PRI. Del otro lado, una barrera humana conformada por policías mexicanos con equipo antimotines. Dispersos entre los manifestantes reporteros, fotógrafos y camarógrafos buscando el mejor àngulo de la noticia.

Cuando parecía todo entrampado, alguien conminò a los migrantes a tomar otra ruta. La calle que pasa por abajo del puente fue la seleccionada para alcanzar la meta. Los centroamericanos empezaron a correr, mientras los federales sorprendidos rompieron filas y trataron de hacer un nuevo cerco.

La operación barrera humana había fallado. Cientos de hombres, mujeres y niños se volcaron a la avenida Internacional, subieron la canalización del Rìo Tijuana y cruzaron el riachuelo de aguas negras para llegar al “Ped West”, vìa Aduana del Chaparral.

Once de la mañana. Los migrantes habían logrado su objetivo de superar el cerco y ahora se enfrentaban al segundo contingente desplegado en el cruce peatonal. Varios de ellos fueron detenidos por elementos del Grupo Beta.

Otros corrìan a toda velocidad, aun cargando mochilas y cobijas. La estampida humana sorprendió a los peatones, comerciantes y taxistas de la zona.

Acorralados en la zona del “Chaparral”, el grupo mayoritario de los migrantes dio la vuelta, aparentando que regresarían al “Ped West”. Solo fue un distractor.

Se hicieron varios grupos. Unos corrieron hacia “El Bordo” para intentar cruzar por el área que comunica al centro comercial “Las Amèricas Outlets”; otros continuaron hacia la Garita de San Ysidro; y otro grupo numeroso continuó hacia la colonia Federal, en las vias del tren, a tan solo unos metros de distancia de Estados Unidos.

A través de altavoces procedentes del puerto de entrada a la Uniòn Americana, se escuchaba la advertencia en inglés: “todo persona que intentè cruzar ilegalmente será sancionada (detenida). La intimidación auditiva no causò efecto en los migrantes.

Para ese momento, la Garita de San Ysidro y los cruces peatones ya estaban cerrados. Decenas de elementos del CBP con vehículos y equipo antimotines fueron desplegados, en tanto la Policìa de San Diego y la Patrulla de Caminos de California, cerraban la circulación en la carretera Interestatal 5 y el 805.

Los que venían a México ya no podían cruzar. El simulacro del jueves pasado funcionó a la perfección. La capacidad de respuesta del Gobierno norteamericano, al intento de “invasión” fue contundente.

Con drones vigilaban los sitios de riesgo de cruces de migrantes, helicópteros de la Navy llegaron a reforzar la vigilancia, en tanto los automovilistas que pretendían cruzar legalmente se convirtieron en testigos de día histórico en que Estados Unidos rechazó con violencia la oleada migrante.

Con teléfonos celulares en la mano grababan el “asalto” a territorio norteamericano. En la zona del “Bordo”, familias completas intentaron cruzar y se encontraron con decenas de agentes estadounidenses que sin pensarlo, dispararon balas de goma y gases lacrimógenos para disuadirlos de su intento.

Allá, en las vías del ferrocarril, los migrantes subieron a los vagones del tren, con bandera en mano. Los menos escalaron la barda metálica para cruzar, pero se encontraron con la rígida vigilancia policial americana.

En las inmediaciones de la colonia Federal –una de las más antiguas de la ciudad—, unos centroamericanos con gorra beisbolera y con altavoz en mano arengaban a los migrantes a cruzar.

“Vamos, vamos ya llegamos hasta aquí. Estamos cerca del objetivo”, los instigaba. “Es mejor morir en el intento que morirnos de hambre en Honduras”, expresó un migrante cuando el reportero le preguntó si lo intentaría.

Él no sabía que detrás de la barda, había decenas de norteamericanos equipados para rechazarlos violentamente.

Mujeres con niños de brazos y “jalando” a otros hijos siguieron esa ruta. Unos hondureños llegaron un compañero en sillas de ruedas, lo pusieron de pie, lo cargaron y se “brincaron” para el “otro lado”.

Otro migrante que se hizo conocido por la televisión por empujar a un pariente con su silla de ruedas, le dijo que lo iba intentar. El discapacitado lo animó y le deseó suerte en la aventura.

Allí quedó solo observando como los policías federales formaban una nueva barrera para impedir el paso.

El caos imperaba en esa zona de la “Calibaja”. Policías municipales arribaron para apoyar a los federales. Ingresaron a la zona del ferrocarril para disuadir a los inmigrantes.

Del otro lado, en la zona del rio, en el “bordo”, se daba la “intifada”. Parecía una imagen sacada del enfrentamiento entre palestinos y soldados isralíes a principios del 2000.

Los migrantes lanzaban piedras; a cambio recibían proyectiles de goma y gases lacrimógenos que los fue mermando hasta emprender la huida. El final de la “intifada” (agitación o rebelión de los débiles) se repetía: ganaron los poderosos.

Para entonces el saldo era negativo: 39 personas detenidas, entre ellas siete mujeres; varios lesionados, entre ellas una niña que sufrió los estragos de los gases; representantes de los derechos humanos con heridas en la cabeza; y reporteros con los ojos llorosos al tomar las mejores imágenes del enfrentamiento desigual.

Cerca de las 3 de la tarde, los migrantes ya desmoralizados y golpeados, decidieron regresar al refugio temporal en el deportivo “Benito Juárez”.

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