julio 26, 2024 10:25 pm


Bethel Ocean cambió la pobreza frente al mar en Puerto Príncipe para encaramarse en la colonia Xalpa, en la sierra de Santa Catarina, Iztapalapa, donde sobrevive en medio del abandono gubernamental, sin documentos migratorios, rentando un cuarto con un grupo de amigos haitianos, soportando la discriminación por el color de su piel, por no hablar español y por claras muestras de racismo que empiezan a emerger en la Ciudad de México que se presume solidaria y humanitaria.
No está sólo, son más de 20 mil caribeños, sus paisanos, que como él sobreviven la inmensa mayoría en las calles de Iztapalapa, Tláhuac, Milpa Alta y otras alcaldías donde, a diferencia de los migrantes de otras naciones, ellos nunca piden dinero en los semáforos y prefieren trabajar lo mismo como albañiles, jornaleros agrícolas, vendedores ambulantes, ayudantes de lo que sea en comercios, taqueros, meseros, entre otras actividades.
Es la ya no tan Pequeña Haití Chilanga, donde Bethel encontró refugio ante la negativa de la Comisión de Ayuda a Refugiados (Comar) de otorgarle algún documento que le permita continuar su periplo hacia Estados Unidos, donde los migrantes afrocaribeños están poniendo el ejemplo de trabajo, sobreviviendo en casas de campaña a temperaturas de hasta dos o tres grados o hacinados en pequeños cuartos, pero también están dando otra rostro a la Ciudad de México.
El joven haitiano de 25 años, quien habla francés y tiene una licenciatura en literatura. Llegó hace tres meses de Tapachula y desde hace varias semanas trabaja en una taquería en Coyoacán, lavando platos y limpiando mesas. “Ganó un poco de dinero para poder vivir aquí”, dice sonriente, en su poco español mientras cuenta los 150 pesos que le pagaron por ocho horas de trabajo.
Por las calles de Iztapalapa ha recibido algunas muestras de solidaridad de algunos vecinos que le regalaron una chamarra, playeras y cobijas usadas, pero también signos de racismo de otros que cuando pasa le gritan groserías referentes a su color de piel, los acusan injustamente de robos e incluso en tiendas de autoservicio como Wall Mart de Plaza Ermita, cuando ingresa a realizar compras, invariablemente un policía lo sigue, al igual que a otros haitianos, por todos los pasillos.
Wilmer Metelus, presidente del Comité Ciudadano en Defensa de los Naturalizados y Afromexicanos, expuso que en la Ciudad de México, desde hace nueve meses, inició el éxodo masivo de haitianos provenientes de Tapachula, Chiapas, quienes están cruzando el país ante la burocracia y abandono del gobierno mexicano y de la Comisión de Ayuda a Refugiados (Comar) que se niegan a tramitar visas humanitarias.
“En la Ciudad de México ya hay alrededor de 20 mil haitianos, sobreviviendo, en albergues hacinados, sin baños suficientes, sin atención médica o en campamentos a la intemperie en Tláhuac o rentando cuartos en Iztapalapa. Es una vergüenza el trato que les da el gobierno federal y de la ciudad, que presumen de solidarios y humanitarios”, dijo a El Universal.

Expuso que muchos de estos miles de haitianos son personas con estudios de licenciatura, que hablan dos o tres idiomas, que a diferencia de otros migrantes, no optan por pedir dinero, sino buscan su integración laboral y social, “son jóvenes profesionistas que están trabajando en situación adversa, con salarios muy por debajo del mínimo, lo mismo como albañiles, en los campos de Milpa Alta, como cargadores en la Central de Abastos, en mercados y negocios”.
Indicó que el Gobierno de la Ciudad de México mantiene en el abandono los pocos y hacinados albergues para haitianos, por lo que muchos están optando por salirse a rentar un cuarto, pero en ese proceso hay signos de discriminación, porque muchas personas se niegan a rentarles bajo premisas falsas de que les van a robar o invadir sus propiedades.
“Vienen de El Caribe, con temperaturas altas y están enfrentando el invierno más frio en la Ciudad de México, sin ropa o cobijas para sopórtalo a la intemperie, hay pocas muestras de solidaridad y un completo abandono del gobierno federal y capitalino. Hay niños y mujeres enfermos y no se les da servicio de salud y quienes los contratan para trabajar, abusan porque les están pagando la mitad o menos de lo que le pagan a un mexicano”, lamentó el líder origen haitiano.
Consideró que aquí el gobierno del presidente López Obrador se rasga las vestiduras y protesta por lo que ocurre en Texas contra los migrantes mexicanos, pero lo que pasa en nuestro país, en la Ciudad de México, no es diferente en materia de desprecio, de abandono, de discriminación, de negarles el libre tránsito por el país.
Joseph Toussaint, haitiano de 26 años, profesor, dejó las aulas en Puerto Príncipe para salir huyendo por la pobreza extrema y se encontró con una pala, tabiques y cemento, para trabajar como albañil temporal en una construcción en la peligrosa colonia Quetzalcoalt, en Iztapalapa.
“Trabaja como nadie, empezamos a las 8 de la mañana y el llega media hora antes. Carga los botes de cemento sin quejarse, es un atleta”, dice Joaquín, maestro de la obra, quien reconoce que se les paga “un poco menos” que a los otros albañiles, pero se niega a decir cuánto.
Joseph combina la albañilería con la venta de ropa interior en el tianguis de los domingos en esta colonia, donde los haitianos se han integrado mediante la renta de cuartos o pequeñas viviendas, trabajando en lo que sea, pero nunca pidiendo ayuda, dando a la Haití Chilanga u rostro afrocaribeño.

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