
Por Luis Carlos Rodriguez/The Exodo
Tijuana.- Era el invierno del 2009. Desde la ventanilla de su lujoso automóvil, el empresario Jorge Hank Rhon, repasaba con una mirada de aburrimiento al ejército de vendedores ambulantes que en la Garita Tijuana-San Ysidro lo mismo ofrecen “burritos” de chile y carne, cambian dólares por pesos, venden imágenes y estampas de la Virgen de Guadalupe o del “santo” de los narcotraficantes Malverde.
En la acera de enfrente, algunas farmacias, baños públicos, una cafetería y varias tiendas de artículos made in China con el nombre de importadora “Tepito”.
Junto a los dos autos del prospero empresario y ex alcalde de Tijuana, aquella mañana del 10 de enero del 2009 había como siempre, cientos de mexicanos, en su mayoría tijuanenses, a bordo de camionetas, vehículos con placas transfronterizas, esperando hasta por tres horas pasar “al otro lado”.
Es la garita Tijuana-San Isidro, la más transitada del mundo con alrededor de 80 mil cruces vehiculares cada día y en donde se realizan en promedio unas 100 detenciones de mexicanos que buscan el llamado “sueño americano” escondidos en cajuelas o con documentos falsos.
Las trocas o camionetas sobrecalentándose por la espera. Los arrancones para no permitir que nadie invada uno de los más de 10 carriles de la garita y Jorge Hank y su esposa, acompañada del séquito de guaruras esperaba para cruzar “al otro lado” e ir de shopping y a su residencia en Coronado, California, ahí donde Elba Esther Gordillo, la maestra más millonaria del mundo, también tenia su lujosa residencia.
Se acercaba el turno y Hank Rhon dialogaba con sus colaboradores y escoltas. Cambiaba de un vehículo a otro. Un visa aduanal de origen oriental, con al clásico pantalón y camisola en azul, veía la escena la garita y como dicen los clásico “le echo el ojo” al ya entonces ex alcalde tijuanense.
Dueño de casinos, del hipódromo de Tijuana, de colegios, un equipo de futbol, de un banco en Estados Unidos y con una fortuna calculada en miles de millones de dólares, nunca se imaginó que ese día se terminarían sus viajes a Estados Unidos.
Hank entregó las visas laser de él y su esposa. El agente aduanal lo observó detenidamente a través de la ventanilla, tomó de mala gana las micas y consultó en la computadora por unos minutos. Regresó y sólo dijo:
“Muchas sospechas, muchas sospechas”. De inmediato le quitaron su visa, sin explicaciones, a pesar del malestar del hijo del profesor Carlos Hank González.
Desde un vehículo, una familia de profesores tijuanenses y sus tres hijos observaron la escena a bordo de una Nissan modelo 90 e identificaron a su ex alcalde.
Estados Unidos nunca aclaró el motivo del retiro de la visa, pero aquellas palabras del agente de ojos rasgados, se quedaron en el colectivo tijuanense cuando se trata de comentar el por qué le negaron la visa a Jorge Hank: “muchas sospechas, muchas sospechas”.
Después de una breve y acalarorada discusión, Hank Rhon con los uniformados estadunidenses, utilizó una carril de retorno a la emblemática “Tia Juana”, allá por los rumbos de la Mesa de Otay, quemó llanta y ello opaco el llanto de su esposa, consternada y molesta por la cancelación de las visas y lo que ello significaba para una familia dueña de casas, bancos y propiedades en Estados Unidos.
Esa misma mañana de enero, las estaciones de radio de Tijuana combinaban música de Luis Miguel, Santana y hasta narco corridos con informes sobre el flujo de vehículos de las garitas de San Isidro y Otay: “En Otay tenemos 220 autos y una espera de dos y en San Isidro hay cerca de 300 vehículos y una espera de 2 horas y 20 minutos”, advierte el locutor de Radio Latino.
El fin de la espera. El agente migratorio pide visas y pasaportes al matrimonio de profesores y sus tres hijos. Pasa lista a los ocupantes del vehículo, detiene su mirada a través de los lentes oscuros en los menores de edad. Pregunta el motivo del viaje, revisa la cajuela, checa en una computadora algunos datos y finalmente franquea el paso.
“Good Bye Tijuana”, suelta uno de los niños que va a desayunar a un restaurante especializado en hot cakes, pasteles y omelets a poco kilómetros de la “línea” y después lo llevarán a los “malls” a comprar tenis y ropa.
Atrás se queda la emblemática “Tía Juana” con sus Hank, su avenida Revolución y su población lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos.